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Friday, October 1, 2010

El secreto espanto de la ninoskología

A la misteriosa ceiba de la cubanología le está creciendo una ramita nueva: la ninoskología —o "la ninología", como la llaman ahora la mayoría de los expertos. La ninoskología es una ciencia que se fundamenta en un único axioma: Ninoska Pérez y los otros siete próceres del exilio vertical que la acompañan son la causa eficiente de todo lo que sucede. Los ninoskólogos tienen por verdad revelada que ese grupito de ancianos nostálgicos y enguayaberados, junto con la susodicha señora de inefable peinado, son los responsables de todo lo visible y lo invisible.

Para los ninólogos —que así también los
llaman— no hay entuerto del que no se pueda culpar a La Nino. Los cubanólogos más despistados de antaño se dedicaban al arte arduo de reconciliar lo que dice el 
Granma
 con la realidad. Los ninoskólogos de ahora —que son gente humilde— han llegado a la conclusión de que esa tarea rebasa su talento. Para no abusar ni ser abusados, hace tiempo que decidieron debatir sólo con gente de su tamaño (intelectual): Ninoska Pérez y Pérez Roura.
Estos muchachos encontraron su hombre —o su Ninoska— de paja para facilitar el trabajo de escribir la Obra... y nadie se los va a quitar. No se sabe cómo llegaron a esa verdad, pero andan convencidos de la omnipotencia luciferina del exilio vertical, ése que, por razones de fuerza biológica, cada vez está más cerca de ser el exilio horizontal. 
Entre los ninólogos hay ñángaras, criptoñángaras y gusanos. Pero todos, más allá de sus inclinaciones ideológicas, consideran que el gobierno de Cuba, y Cuba misma, son temas secundarios cuando se los compara con Madame Ninoska.
Los ninólogos ñángaras, por supuesto, se refieren a La Nino y sus samuráis octogenarios de la Calle Ocho como "lo peor de la mafia de Miami". Los criptoñángaras son más interesantes. Comienzan sus artículos con una frase que dice más o menos así: "El gobierno cubano, por supuesto, nunca ganará un premio de Human Rights Watch, pero..." Y el resto del artículo —todo lo que va después de ese "pero" kantiano— estará dedicado a explicar que Payá es fañoso, que a las Damas de Blanco les quedaría mejor otro color o que Fariñas lo que tenía era falta de apetito. No soportan a los disidentes porque consideran una pérdida de tiempo dedicarse a cualquier cosa que no sea rebatir a La Nino. Por su parte, los ninólogos gusanos escriben artículos que se pueden resumir todos a una sentencia: "Con La Nino nada, que ella es igual a los de La Habana".

Otra de las características de la secta es su compleja relación con el idioma. Después de leer varios de sus escritos —en los que quinientas palabras cargadas de sabiduría ninológica siempre parecen dos mil—, he comenzado a sospechar que consideran el castellano como un idioma enemigo. (¿Será una muestra de gallardía anticolonialista?) Su estilo —
de algún modo hay que llamarlo— recuerda el proceloso español de un bodeguero de Jaimanitas. Aunque, en general, los bodegueros de Jaimanitas no tienen la imaginación cerrera y desbocada que padecen estos muchachos. Uno tiene la impresión desconcertante de que los ninólogos se han rebelado contra los estorbos de la realidad: dicen lo que les viene a la boca, y la realidad que espere un día más fresco en Hialeah...

Y hablando de Hialeah... los ninólogos viven bajo su hechizo. Debería haber alguien en Viena estudiando el asunto. Por una parte, el halago más grande que se le puede decir a un ninólogo es susurrarle al oído: "Ay, chico(a), pero tú no te pareces a los cubanos de Miami". Te juran que detestan a Miami. ¡Ah!, pero vete y trata de conversar con uno de ellos sobre cualquier tema a ver cuánto tiempo dura sin mencionar el Parque del Dominó. 

Si les hablas de la última película de Woody Allen, 
You Will Meet a Tall Dark Stranger, te comentan: "Bueno, pero en la Calle 8 hay una marielita cartomántica..." Y si les dices que a Yoani Sánchez le negaron la salida, te aseguran que conocen a un tipo en Kendall al que no lo dejan entrar al Versailles porque una vez fue allí con un pulóver del Che. Y si les cuentas que en New York cayeron veintidós pulgadas de nieve te dicen que "esos cubanos de Miami son tan ridículos, ¡se ponen a tirar nieve artificial en The Falls Mall cada Navidad!"

Su obsesión contra Miami con el tiempo fue perdiendo el "tra" y, sin que lo notaran, se les convirtió en "obsesión con Miami". Son como esos adolescentes que se pelean como preludio al enamoramiento, pero en ellos la pelea y el amor por "la capital del exilio" son simultáneos. Si eso fuera todo, podría ser el tema de una de esas telenovelas mexicanas, que son tan lindas.


Sin embargo, el asunto tiene un tenebroso filón borgeano. Para los ninólogos, Miami es el reverso del aleph. Si el aleph de Borges es un punto en que se pueden contemplar todos los puntos del universo, para los ninólogos Miami es el único sitio del universo que son capaces de contemplar, no importa a qué punto del mundo estén mirando. Y tiene que ser aburrido vivir en un universo que se va reduciendo hasta ser sólo la Sagüesera y sus alrededores...
Los ninólogos son la otra mitad de una "unidad dialéctica" que forman con los ancianos desvelados de la Vigilia Mambisa, la Cuba Eterna y el Big Five. Y son quizás las únicas personas en el mundo a las que realmente les importa un comino lo que dicen Pérez Roura y Ninoska Pérez. [Probablemente, parafraseando a Martí, recitan como un mantra: "Dos Pérez tengo yo: Roura y Ninoska."] Los ninólogos son, en fin
—como Radio Mambí, la Funeraria Rivero y E
l Rey de la Frita—, un producto genuino de esa porción de la cubanidad que se salvó o se enquistó en Miami. Pero van por el mundo sin saberlo... y la gente, por caridad o malicia, no se atreve a revelarles lo que sólo para ellos es un secreto.

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